El ascenso en bicicleta al refugio Gardeccia, en el corazón del grupo del Catinaccio en los Dolomitas italianos, ofrece una experiencia tan exigente como fascinante. Rodeado por un entorno natural majestuoso, el paisaje que acompaña la subida está dominado por las imponentes agujas de piedra de las Torri di Vajolet, paredes verticales que parecen esculpidas con precisión. Los bosques de coníferas, los prados alpinos y las formaciones rocosas típicas de esta zona Patrimonio de la Humanidad conforman un escenario de alta montaña que cautiva tanto a los amantes de la naturaleza como a los ciclistas que se atreven con el reto.
Aunque el refugio Gardeccia es más conocido entre senderistas y escaladores, el cicloturismo ha ido ganando espacio en esta ruta por su belleza y desafío. Para los apasionados de la bicicleta de montaña o del ciclismo de carretera con un gusto por lo extremo, este ascenso representa una conexión directa con la historia del ciclismo profesional. El Giro de Italia lo incluyó como final de etapa en 1976 y nuevamente en 2011, ambas veces consolidando su fama como una subida corta pero brutalmente exigente. En 1976, fue Miguel Gandarias fue quien se impuso en la cima, mientras que en 2011, el también español Mikel Nieve firmó una de las actuaciones más épicas de aquella edición, al final de una jornada marcada por un recorrido durísimo.
Desde el punto de vista técnico, el ascenso al refugio Gardeccia es breve pero particularmente duro. Aunque no presenta grandes distancias -6,3 kms-, su pendiente media es alta y constante, sobre el 10%, con tramos que superan el 15-16% y un desnivel total a superar es de 620 m. Se trata de una subida que exige piernas fuertes, control técnico y una gran capacidad de resistencia, pero que ofrece, como recompensa, una llegada a uno de los parajes más impresionantes de los Dolomitas. El silencio de la montaña, roto solo por el latido del corazón y el crujir de los pedales, hace de esta ascensión una experiencia profundamente auténtica.
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Fuente: cyclingcols |
El ascenso tiene su inicio en el desvío situado en la localidad de Pera, en las afueras, para desviarnos hacia el oeste por la SP238, con una orientación hacia el oeste.
La carretera es estrecha y en muchos puntos se siente más cercana a una pista alpina que a una vía asfaltada convencional, lo que añade dificultad al esfuerzo físico.
Aunque, el general, todo el ascenso es terrible en cuanto a dureza, cabe destacar el inicio, con máximas constantes entre el 12-15% y el último km y medio, con puntas que llegan al 16-17%.
Hasta la población de Ronch, pasamos por una exuberante curva de herradura con medias por encima del 10% y máximas entre el 14-15%. Detrás, ni más ni menos que el Piz Boè.
Pasado el primer km y medio durísimo, llegamos a la localidad comentada para continuar con la población de Muncion, donde incluso tenemos varios metros de falso llano.
Dejados atrás los núcleos urbanos, la vía se vuelve más estrecha y angosta y los porcentajes vuelven a elevarse progresivamente hasta el 11% de forma bastante escalonada.
A 3 kms para coronar, enlazamos rampas muy duras sobre el 12-13% junto con ligeros descansos entre el 5-7%.
Perdemos ligeramente la orientación, ya que transitamos por una zona de bosque bastante espesa, aunque al fondo vemos el gran macizo donde concluye el ascenso.
La media se estabiliza en el 10%, pero es la ante sala del penúltimo km, este mucho más regular y con media del 13-14%.
En este sector apenas hay descansos y el último km y medio no baja del 14% de media. Las rampas máximas llegan al 16-17%.
Pasamos un puente final sobre el torrente y finalmente llegamos al bonito refugio Gardeccia, coronando a una altura de casi 1950 metros.
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