El Passo delle Erbe, o Würzjoch en alemán, es uno de los puertos más singulares y menos conocidos entre los grandes pasos de montaña del Tirol italiano. Se trata de un enclave de enorme riqueza paisajística, situado en el límite occidental del macizo de los Dolomitas, entre la Val Badia y la Val di Funes, y coronando a una altitud de 2.004 metros. A diferencia de otros puertos dolomíticos más abruptos, el Erbe seduce por su armonía: una carretera serpenteante de asfalto estrecho y muy bien cuidado, que discurre entre bosques alpinos, pastos de altura y pequeños núcleos rurales, siempre con la silueta del Sas de Pütia (Peitlerkofel) dominando el horizonte.
La cima, donde apenas hay un aparcamiento y una pequeña gasthof, permanece anclada en un silencio pastoril, rodeada de suaves colinas y una panorámica abierta y espectacular de las montañas tirolesas. Pese a su atractivo, no es una subida muy frecuentada por el ciclismo profesional. No obstante, el Giro de Italia lo incluyó como puerto de paso en 1993, durante la etapa entre Corvara y Lumezzane, con el estadounidense Andrew Hampsten pasando primero por su cima en una jornada montañosa. Desde entonces, su presencia en las grandes pruebas ha sido mínima, pero entre cicloturistas es considerado un paso de culto, precisamente por su aislamiento y belleza.
El ascenso por Piccolino, orientado en dirección noreste hacia el corazón del Tirol italiano, presenta una longitud total de 15,2 kms y un desnivel acumulado de 1100 metros, que se salvan a través de una pendiente media del 5,9%, aunque la dificultad real del puerto queda mejor reflejada en los tramos centrales y finales, donde se alcanzan rampas de hasta el 12%. Esta combinación de sectores suaves y exigentes, unida al trazado serpenteante y el aislamiento de la cima, hacen del Erbe una subida muy completa que alterna exigencia física y belleza natural de forma constante.
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Fuente: cyclingcols |
Desde Piccolino (SP 29), en el corazón de Val Badia, se inicia la vertiente más lógica y constante del Passo delle Erbe, un puerto que combina el encanto de los paisajes tiroleses con un perfil que se endurece de forma progresiva.
El arranque es ya directo, con rampas en torno al 7% desde las primeras pedaladas, al entrar en Sant Martino in Badia, atravesando el pequeño núcleo urbano rodeado de prados bien cuidados y casas tradicionales de tejados empinados.
La carretera, angosta, pero en perfecto estado, asciende con continuidad y sin pausas, mientras las pendientes alcanzan el 12% en las primeras curvas rodeadas de bosques de coníferas, pasado el primer km. bordeando mediante una generosa curva el castillo de Tor (museo Landin).
A medida que se gana altitud, la vegetación se cierra un poco más, y los tramos al 8 y 9% se suceden sin interrupción, creando una primera mitad exigente tanto por el esfuerzo como por la concentración necesaria en cada trazo de la subida.
Aquí, la sombra del bosque acompaña bastante al ciclista, y solo ocasionalmente se abren claros que permiten divisar las laderas superiores que esperan más arriba. Este primer bloque termina con una zona al 6% que sirve de respiro, justo antes de afrontar la segunda parte del puerto.
Pasado el km 5 del ascenso se entra en una fase completamente distinta, dominada por un falso llano que conduce hasta el encantador núcleo de Antermoia, donde se abren prados extensos y vistas abiertas al Sas de Pütia.
Aquí el paisaje cambia: se respira el aire más limpio de altura, y la carretera serpentea entre pastos, granjas de montaña y estructuras de madera que evocan la vida tradicional del Alto Adige.
Este tramo más cómodo, con ligeras bajadas y pendientes suaves, permite recuperar fuerzas y contemplar el entorno. Descenderemos algo más de 2 kms con rampas que llegan al 8%.
En el vertiginoso descenso tenemos referencia visual de donde acaba como también donde se inicia la parte final del trazado, con unos 6 kms finales muy exigentes.
Iniciamos el ascenso a la colina superando varias y generosas curvas de herradura, en una zona espectacular de prado alpino.
Los porcentajes hasta la localidad de Antermoia, a 7 kms para coronar, tienen una media del 7-8%. Sin embargo, la cosa cambiará agresivamente.
Justo al dejar atrás Antermoia, el perfil cambia bruscamente, y la carretera se inclina con determinación hasta el 11-12%, dando inicio a un último tercio de subida mucho más duro.
A través de curvas enlazadas y sin apenas tregua, se encadenan pendientes constantes del 9 y 12%, mientras el entorno se torna más abierto, con grandes espacios verdes y la verticalidad del Sas de Pütia acompañando al fondo.
Los últimos dos kms resultan especialmente exigentes, con largas rectas al 10%, donde la carretera parece perderse en el horizonte y el viento puede empezar a jugar su papel.
La altura se deja notar, el aire es más fino y la sensación de aislamiento se intensifica. El último esfuerzo es una recta durísima al 12%, con vistas plenas a las montañas circundantes.
En el tramo final del paso la carretera se estrecha. Hay un gran aparcamiento, ya que en la cima hay poco espacio para los vehículos. Es un tramo delicado entre el tránsito y la propia dureza del trazado.
Antes de alcanzar finalmente la cima del Passo delle Erbe, a 2004 metros, donde el tiempo parece detenerse entre el rumor del viento, el silencio de los prados y el orgullo de haber coronado una de las subidas más bellas y escondidas de todo el Tirol italiano.
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