PLA DE CORONES/ KRONPLATZ (por Longega)

El Pla de Corones (Kronplatz), situado en el corazón del Tirol del Sur, es uno de los colosos más singulares y duros del panorama ciclista alpino. Su cima, coronada por una explanada de pistas de esquí y una imponente estructura panorámica, ha sido protagonista de algunas de las jornadas más espectaculares del Giro de Italia, especialmente desde que en 2008 se incluyera como final de etapa en contrarreloj individual, quedando grabado para siempre por su mezcla de rampas extremas y superficie de grava en los últimos kms.
El primer ciclista en conquistar su cima como ganador fue Franco Pellizotti, aunque etapas posteriores como la de 2010, con la memorable victoria de Stefano Garzelli, o la de 2011, consolidaron su mito. El trazado desde Longega, más extenso y progresivo, ofrece una experiencia de alta montaña que va mucho más allá del reto físico: es también un viaje hacia una de las cumbres más icónicas y salvajes del ciclismo europeo. Asimismo, a día de hoy, es imposible ascender los últimos kms con bicicleta de carretera. Es solo apto para gravel o btt.
La extensión del ascenso al Pla de Corones desde Longega no solo impresiona por su cifra absoluta, sino también por la manera en que se distribuye la dureza a lo largo del recorrido. Con 16,8 kms de longitud, estamos ante uno de los puertos más completos y exigentes de los Alpes orientales, no tanto por su continuidad en las pendientes, sino por la transición progresiva entre dos mitades totalmente diferenciadas. La media es del 7,5% y hay que remontar casi 1300 metros.
Los primeros 10 kms, que transcurren entre Zwischenwasser (Longega) y el Passo Furcia, presentan una pendiente más sostenida, alrededor del 6-7 % en media, con rampas que rara vez superan el 10 %. Se trata de un tramo que permite tomar ritmo, con curvas anchas y un firme impecable, bordeando praderas verdes y pequeños pueblos como San Vigilio di Marebbe, lo cual suaviza el impacto psicológico del esfuerzo inicial. Sin embargo, esta primera parte sirve de antesala a lo que realmente define a Pla de Corones: un tramo final de poco más de seis kms que podría considerarse, por sí solo, uno de los ascensos más duros de Europa. A partir del Passo Furcia, el asfalto desaparece progresivamente y la carretera se convierte en una pista cementada con tramos de grava compactada, en un entorno cada vez más salvaje. 
Aquí, la pendiente se dispara hasta el 15,2% de media en un segmento intermedio, con picos absolutamente devastadores del 18%, 20% e incluso del 24%, y sin apenas descansos. La sucesión de curvas cerradas, el deterioro del firme y la exposición al viento en la parte alta refuerzan la sensación de estar ante una montaña completamente diferente a cualquier otra. Por tanto, el dato de los 16,8 kilómetros no solo implica una distancia física considerable, sino también una doble naturaleza del puerto, en la que el ciclista debe gestionar dos escenarios muy distintos: uno de fondo, más rodador, y otro final, donde la lucha es pura supervivencia. Esta combinación convierte al Pla de Corones en una cima temida, desafiante y absolutamente espectacular.
Fuente: cyclingcols
El inicio del ascenso desde Zwischenwasser (Longega) a 1005 metros de altitud arranca con cierta suavidad, aunque con rampas ya exigentes que alcanzan el 4%, en un entorno aún muy civilizado, flanqueado por praderas y granjas del valle. La orientación es hacia el noreste por la denominada strada Furcia (SP43).
Los siguientes dos kms van ganando consistencia, con pendientes entre el 4 % y el 7%, y se mantienen constantes mientras se asciende hacia San Vigilio di Marebbe, en un tramo en el que aún se puede mantener un ritmo relativamente cómodo.
A partir del km 3, la carretera comienza a inclinarse con más decisión, con sectores del 7 al 8%, lo que exige al ciclista comenzar a gestionar el esfuerzo con mayor precaución, aunque el asfalto sigue siendo impecable.
El cruce por San Vigilio aporta un breve descanso visual entre casas de estilo tirolés, pero la carretera no se relaja: las rampas oscilan entre el 7 y el 9%, manteniéndose tensas pero sin cambios bruscos.
Una vez se deja atrás el núcleo urbano, el puerto gana en aislamiento y dureza. Domina el prado alpino con diferentes viviendas diseminadas, por una zona paisajísticamente espectacular.
Del km 6 al 8, la pendiente se estabiliza en torno al 9%, mientras la carretera serpentea hacia el Passo Furcia, aún con firme ancho y buen agarre. Es un tramo exigente y largo. Dejamos a la izquierda el desvío a Pieve di Marebbe.
Remontamos la colina que se observa en la imagen con varias curvas de herradura con porcentajes exigentes en todo momento, entre el 8-11%.
A la altura de Rara Misci, las primeras señales de lo que está por venir aparecen en forma de rampas muy exigentes, con tramos más sombríos y una vegetación que se espesa a medida que el entorno se vuelve más alpino.
Es un tramo física y psicológicamente agotador, con largas rectas unidas mediante cerradas horquillas. Los porcentajes máximos llegan al 12%.
Pasadas las curvas comentadas, seguimos con porcentajes alrededor del 11% pasando por una larga recta, preludio de la agonía que queda. Estamos situados ya en el entorno de la estación de esquí.
A escasos metros de coronar el Passo Furcia (1759 m), es donde comienza una nueva dimensión del ascenso. En este sentido, nos costó encontrar la pista de gravilla correcta. Está justo detrás de la pequeña capilla de la imagen.
El firme cambia de forma radical y la grava sustituye al asfalto, anunciando el verdadero reto del puerto. La pista es bastante ancha y suele estar llena de peatones y ciclistas con ebike o descenso.
Desde aquí, la pendiente se dispara al 14%, y la primera rampa tras el Furcia actúa como muro psicológico: el ciclista se enfrenta a una subida sin tregua, sin barandillas ni protección, con vistas cada vez más abiertas al vacío.
Los siguientes 500 metros son simplemente demoledores, con tramos del 15 al 17 %, curvas cerradas y sensación de estar completamente fuera de la civilización. La bicicleta parece clavarse en cada pedalada.
A medida que se avanza, ya en el kilómetro 12, las rampas del 18% no dan respiro, y el firme obliga a trazar con cuidado. El paisaje se vuelve lunar, con claros entre los árboles y una pendiente que no da tregua.
A unos 3 kms para coronar, desciende algo la pendiente y se estabiliza en el 8-9%. Este tramo es en general boscoso, entre brotes disipados de abetos. 
A falta de dos kms para coronar, incluso hay un terreno más cómodo e irregular, con una media engañosa de 5%. La llegada a Kronplatz se vislumbra en la lejanía, pero aún se mantiene como un objetivo lejano.
La vía bordea con una amplia curva las instalaciones de los remontadores, así como restaurantes abiertos en época invernal para los esquiadores.
Finalmente, llegamos al último km, con la icónica rampa que parece realmente imposible realizarla sin perder el equilibrio.
En nuestro caso, con bicicletas de gravel con poco taco nos fue imposible superarla y no hubo más remedio que poner pie a tierra.
El km en general tiene una media del 14%, pero las cotas máximas se acercan al 20%. También encontramos un exceso de grava, cosa que dificultaba aún más la tracción.
Los últimos metros tienen algo menos de pendiente y permiten realizarlos a duras penas. Como hemos comentado anteriormente, hoy en día, si no se aplana el recorrido, es solo apto para bicicleta de gravel o btt.
Finalmente, el último tramo al Pla de Corones (2275 m), al 12%, se dibuja sobre una recta final entre grava prensada y paisajes abiertos, donde el esfuerzo culmina en una cima brutal y solitaria, sin vallas, sin público, solo el sonido de la montaña.

PASSO DELLE ERBE (por Piccolino)

El Passo delle Erbe, o Würzjoch en alemán, es uno de los puertos más singulares y menos conocidos entre los grandes pasos de montaña del Tirol italiano. Se trata de un enclave de enorme riqueza paisajística, situado en el límite occidental del macizo de los Dolomitas, entre la Val Badia y la Val di Funes, y coronando a una altitud de 2.004 metros. A diferencia de otros puertos dolomíticos más abruptos, el Erbe seduce por su armonía: una carretera serpenteante de asfalto estrecho y muy bien cuidado, que discurre entre bosques alpinos, pastos de altura y pequeños núcleos rurales, siempre con la silueta del Sas de Pütia (Peitlerkofel) dominando el horizonte.
La cima, donde apenas hay un aparcamiento y una pequeña gasthof, permanece anclada en un silencio pastoril, rodeada de suaves colinas y una panorámica abierta y espectacular de las montañas tirolesas. Pese a su atractivo, no es una subida muy frecuentada por el ciclismo profesional. No obstante, el Giro de Italia lo incluyó como puerto de paso en 1993, durante la etapa entre Corvara y Lumezzane, con el estadounidense Andrew Hampsten pasando primero por su cima en una jornada montañosa. Desde entonces, su presencia en las grandes pruebas ha sido mínima, pero entre cicloturistas es considerado un paso de culto, precisamente por su aislamiento y belleza.
El ascenso por Piccolino, orientado en dirección noreste hacia el corazón del Tirol italiano, presenta una longitud total de 15,2 kms y un desnivel acumulado de 1100 metros, que se salvan a través de una pendiente media del 5,9%, aunque la dificultad real del puerto queda mejor reflejada en los tramos centrales y finales, donde se alcanzan rampas de hasta el 12%. Esta combinación de sectores suaves y exigentes, unida al trazado serpenteante y el aislamiento de la cima, hacen del Erbe una subida muy completa que alterna exigencia física y belleza natural de forma constante.
Fuente: cyclingcols
Desde Piccolino (SP 29), en el corazón de Val Badia, se inicia la vertiente más lógica y constante del Passo delle Erbe, un puerto que combina el encanto de los paisajes tiroleses con un perfil que se endurece de forma progresiva. 
El arranque es ya directo, con rampas en torno al 7% desde las primeras pedaladas, al entrar en Sant Martino in Badia, atravesando el pequeño núcleo urbano rodeado de prados bien cuidados y casas tradicionales de tejados empinados. 
La carretera, angosta, pero en perfecto estado, asciende con continuidad y sin pausas, mientras las pendientes alcanzan el 12% en las primeras curvas rodeadas de bosques de coníferas, pasado el primer km. bordeando mediante una generosa curva el castillo de Tor (museo Landin).
A medida que se gana altitud, la vegetación se cierra un poco más, y los tramos al 8 y 9% se suceden sin interrupción, creando una primera mitad exigente tanto por el esfuerzo como por la concentración necesaria en cada trazo de la subida. 
Aquí, la sombra del bosque acompaña bastante al ciclista, y solo ocasionalmente se abren claros que permiten divisar las laderas superiores que esperan más arriba. Este primer bloque termina con una zona al 6% que sirve de respiro, justo antes de afrontar la segunda parte del puerto.
Pasado el km 5 del ascenso se entra en una fase completamente distinta, dominada por un falso llano que conduce hasta el encantador núcleo de Antermoia, donde se abren prados extensos y vistas abiertas al Sas de Pütia. 
Aquí el paisaje cambia: se respira el aire más limpio de altura, y la carretera serpentea entre pastos, granjas de montaña y estructuras de madera que evocan la vida tradicional del Alto Adige. 
Este tramo más cómodo, con ligeras bajadas y pendientes suaves, permite recuperar fuerzas y contemplar el entorno. Descenderemos algo más de 2 kms con rampas que llegan al 8%.
En el vertiginoso descenso tenemos referencia visual de donde acaba como también donde se inicia la parte final del trazado, con unos 6 kms finales muy exigentes.
Iniciamos el ascenso a la colina superando varias y generosas curvas de herradura, en una zona espectacular de prado alpino. 
Los porcentajes hasta la localidad de Antermoia, a 7 kms para coronar, tienen una media del 7-8%. Sin embargo, la cosa cambiará agresivamente.
Justo al dejar atrás Antermoia, el perfil cambia bruscamente, y la carretera se inclina con determinación hasta el 11-12%, dando inicio a un último tercio de subida mucho más duro. 
A través de curvas enlazadas y sin apenas tregua, se encadenan pendientes constantes del 9 y 12%, mientras el entorno se torna más abierto, con grandes espacios verdes y la verticalidad del Sas de Pütia acompañando al fondo.
Los últimos dos kms resultan especialmente exigentes, con largas rectas al 10%, donde la carretera parece perderse en el horizonte y el viento puede empezar a jugar su papel. 
La altura se deja notar, el aire es más fino y la sensación de aislamiento se intensifica. El último esfuerzo es una recta durísima al 12%, con vistas plenas a las montañas circundantes. 
En el tramo final del paso la carretera se estrecha. Hay un gran aparcamiento, ya que en la cima hay poco espacio para los vehículos. Es un tramo delicado entre el tránsito y la propia dureza del trazado.
Antes de alcanzar finalmente la cima del Passo delle Erbe, a 2004 metros, donde el tiempo parece detenerse entre el rumor del viento, el silencio de los prados y el orgullo de haber coronado una de las subidas más bellas y escondidas de todo el Tirol italiano.

PASSO CIBIANA (por Venas di Cadore)

El Passo Cibiana, situado en los Alpes Dolomitas, es un puerto secundario en cuanto a altitud, pero no por ello menos interesante o exigente. Comunica la Valle del Boite con la Val di Zoldo, a través de una carretera estrecha y tranquila que permite un tipo de ascensión muy íntima, ideal para quienes buscan escapar de los grandes colosos cercanos llenos de tráfico. En la cima, a 1530 metros, se encuentra la bifurcación que da acceso al Monte Rite, donde se ubica el museo en la nube de Reinhold Messner, uno de los centros expositivos más singulares del mundo del alpinismo.
El paso ha aparecido en el Giro de Italia en alguna ocasión como tránsito, aunque sin protagonismo destacado, lo que le da ese carácter de joya escondida. Su vertiente desde Venas di Cadore es corta, pero muy dura, con rampas exigentes desde el primer km y un entorno que cambia entre vegetación, vistas abiertas y pueblos que parecen suspendidos en la ladera.
La ascensión desde Venas di Cadore es un esfuerzo breve pero intenso. Son 9,5 kms, en los que se ascienden 650 metros de desnivel, lo que da una pendiente media del 6,8 %, aunque el dato engaña: hay tramos claramente más duros, con varias secciones por encima del 10 %. No hay descansos reales. Se trata de una carretera rural, estrecha y encajada, que pronto se retuerce en un encadenado de curvas de herradura que ofrecen vistas panorámicas del valle. Su vertiente opuesta, por Forno di Zoldo, no es tan agresiva.
Fuente: cyclingcols
La aproximación a las primeras rampas, partiendo de Venas de Cadore, es en descenso, pasando de la SS51 a la estrecha y sinuosa SP347, hasta atravesar el puente sobre el Torrente Boite. 
La orientación del ascenso es hacia el suroeste. Desde el primer metro, la pendiente se eleva de forma agresiva hasta consolidarse en el 10-11%.
Las características del inicio son bastante salvajes. Aparte de la dureza y la vía angosta, pasamos por un espeso manto boscoso inicial que se disipa al llegar a los primeros núcleos habitados.
Después de dos grandes curvas, al llegar a la zona habitada en el entorno de poblaciones anexadas a Cibiana di Cadore la vía es más rectilínea, remontando el valle.
Después de los 2 kms duros iniciales, tenemos aproximadamente unos 3 kms más cómodos, con porcentajes entre el 6-7%.
A nuestra izquierda, en forma de balcón natural, disfrutamos de unas vistas generales del Macizo del Pelmo y de la Croda da Lago.
Incluso al aproximarnos a la iglesia de San Lorenzo (en la población de Masarié), tenemos un tramo suave que culmina con metros de llano.
A algo más de 5 kms para coronar el paso, los porcentajes se elevan agresivamente, con una pendiente en general sobre el 9-11% y máximas puntuales al 12-13%.
Asimismo, aparecen las primeras curvas de herradura, enlazadas una tras otra, con vistas al valle cuando nos lo permite el paisaje, que vuelve a ser agreste.
Las medias no engañan: los 5 kms finales tienen una media del 9,5%, atenuada por unos últimos metros más llevaderos. Se agradece la poca presencia de vehículos, cosa poco habitual en los Dolomitas.
A 2,5 kms aproximadamente para coronar, pasamos por el tramo más comprometido del ascenso, una rampa que llega al 13% en un sector donde la media no se mueve del 10-11%.
La penúltima curva anuncia el desenlace del puerto, con un 8-9% ya más llevadero. A esta altura, ya se siente el cambio de aire propio de la altitud. El tráfico es casi inexistente, y la ascensión se vuelve casi íntima.
La cima del Passo Cibiana aparece como una pequeña explanada entre colinas después de pasar el cartel indicativo. A la izquierda nace la pista al Monte Rite y al Museo Messner. Es un final solitario, sencillo y auténtico.

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